EL AMOR COMO RACIONALIDAD
Santiago Ubieto
La mayor altura en el razonamiento humano se da cuando la razón se encuentra en el amor.
En la sociedad actual, cuando se
habla de racionalidad o de razón, se da por sobrentendido que la racionalidad
domina en ella y es, además, lo que nos acerca al conocimiento que tenemos. Se
supone que la actuación de la sociedad es racional y que la mayoría de la gente
actúa racionalmente. Sin embargo, no está muy claro qué sentido preciso tiene
la racionalidad. Nos dicen que en la sociedad impera la razón y lo creemos sin
la menor duda.
Los pensadores que observan y
tratan de entender y explicar la sociedad actual plantean algo diferente. Una
de las características de las llamadas, por algunos, sociedad postmoderna es su
contraposición a la anterior, a la sociedad moderna, se la atribuye a ésta un
pensamiento y una actuación, si no de mayor racionalidad, sí de una
racionalidad cuyos resultados han sido el desarrollo científico y técnico y que
las sociedades, en conjunto, se han dado cauces para poder alcanzar mayores
cuotas de libertad social e individual y cierto desarrollo de las democracias
que, en general, son meramente formales. No obstante la historia reciente, la
de la modernidad, también muestra los más altos grados de brutalidad,
injusticia, disparates y atrocidades masivas jamás cometidos por las sociedades
pretendidamente racionales y que hoy, en su sobrentendida racionalidad, se
aplica a mayores y más masivas atrocidades que, dada nuestra supuesta mayor
racionalidad, ignoramos deliberadamente y, de acuerdo con esa racionalidad,
decidimos que no existen. Así se ha impuesto nuestra racionalidad.
La ignorancia deliberada es
colectiva porque la razón social dominante impone unos valores determinados que
son asumidos sin cuestionamiento por la mayoría de los individuos. El no dudar
es una muestra inequívoca de dogmatismo. Estos valores, esa moral, no son más
que el resultado de nuestra historia que ignoramos y tergiversamos, y, en ella,
de nuestro momento acelerado de cambios y de confusión.
Frente a esta razón social que a
la luz de un razonamiento abstracto, libre y universal se ve cambiante y, por
lo mismo, insegura e incierta, cuyo fundamento es una concepción y una manera
de vivir el hombre y de vivirse el hombre autolimitada, cabe oponer otra forma
de vivirse el hombre a partir de sus potencialidades reales sin
autolimitaciones. Entre esas potencialidades está el amor.
Antes de seguir con otros puntos
puede sernos útil aclarar, en lo posible, qué se entiende aquí por razón y por
amor, aunque en algunos momentos puede resultar un tanto tediosa esta
aclaración.
Acerca de la razón.
Si estamos de acuerdo con Hegel
en que: “el principio de que “la naturaleza del hombre requiere la
libertad y de que la libertad es una
forma de razón”, y que no es una verdad impuesta al hombre por una teoría
filosófica arbitraria, sino que, como puede demostrarse, la meta inherente al
hombre, su realidad misma” cuya demostración la proporciona la historia del
hombre[1], en ese mismo sentido de
“forma de razón” puede considerarse el amor, una de las facultades o
potencialidades innatas en el hombre.
El amor, lo mismo que la
libertad, no está desarrollado en muchos hombres. Nosotros sabemos que la
verdadera libertad no existe en nuestro mundo, ni la libertad social y
escasamente la individual, y, cuando en ésta última viven algunos hombres es
incompleta al faltar la social. Es cierto que la libertad es una “meta inherente
al hombre”, una aspiración secular de los hombres desde lo profundo de su ser
y, en él, desde su razón.
En esto de la libertad tenemos
otro ejemplo del dogmatismo de nuestra sociedad. La gente cree, en los países
desarrollados económicamente, que vive en un mundo libre y que ella, la gente,
es libre; sin embargo, al profundizar en lo que es la libertad, vemos que no es
así, pero la gente no lo cuestiona, no es capaz de dudar.
Posiblemente la razón social, la
de la sociedad, tiene una estrecha relación con la justicia social que, por
otra parte, es imprescindible para la libertad social. La idea de una razón
universal y, por consiguiente, de una justicia universal es imposible en
nuestro mundo; Rousseau lo recuerda en El contrato social: “Toda justicia procede
de Dios, Él es su única fuente... sin duda existe una justicia universal
emanada de la sola razón, pero ésta, para ser admitida entre nosotros, debe ser
recíproca”.
Tal vez para acercarnos un poco
a qué es la razón pueda sernos útil recordar, aunque de manera muy sucinta e
incompleta, algo de lo explicado por algunos pensadores y filósofos, aunque tan
sólo se haga referencia a muy pocos, pues sería una tarea interminable recoger
mínimamente lo mucho dicho sobre la razón.
El mismo concepto de razón aparece
discrepante entre los filósofos. A este respecto, el de las discrepancias, ya
recordaba Descartes hace casi cuatrocientos años: “Nada diré de la filosofía,
sino que, viendo que ha sido cultivada por los más excelentes espíritus que han
existido desde hace varios siglos, y que, sin embargo, no hay todavía en ella
cosa alguna de la que no se dispute, y, por consiguiente, que no sea dudosa”[2]. Esto ha sucedido siempre.
El mismo Descartes dudaba de la lógica.
Para el propósito de estas
páginas, además de otras consideraciones que más adelante veremos, inicialmente
puede servir la idea de Whitehead: “la función de la razón es fomentar el arte
de la vida”, más adelante dice que “el arte de la vida consiste, primero, en
estar vivo; segundo, en estar vivo de una manera satisfactoria; y, tercero, en
lograr un incremento de la satisfacción”[3].
Diferencia entre lo que llama
“Razón hace referencia a la
ordenación de lo que es razonable mientras que especulación expresa la
trascendencia a cualquier método particular”[7]. Luego sigue diciendo que:
“Este reino de
Whitehead, y acabamos esta
aproximación a qué es la razón desde su óptica, dice que: “Al considerar la
culminación de la especulación griega en Platón y Aristóteles, las
características que destacan definitivamente son la universalidad de sus
intereses, la exactitud sistemática a la que han aspirado y la generalidad de
sus pensamientos”[8]
Lo que se ve con claridad, sin
necesidad de explicaciones adicionales, es que en nuestras sociedades predomina
Aunque hay cuestiones que
superan a la razón misma y ésta no las puede contestar, como señala Kant en el
prólogo a la primera edición de
Para Kant una razón universal
debería partir de conocimientos puros a priori que son independientes
absolutamente de toda experiencia, pero para él, la razón es la facultad que
proporciona los principios de conocimiento a priori[9]. No obstante veremos que
la razón social es práctica y Kant señala que al encerrar motivaciones, se
refiere a sentimientos, éstos pertenecen a las fuentes empíricas del
conocimiento.
Acerca de la razón creo que son
claras algunas consideraciones hechas por Descartes, así: “Pues no basta con
tener la mente bien dispuesta, sino que lo principal es aplicarla bien” y a
continuación dice que la razón es igual en todos los hombres y que la
diversidad de nuestras opiniones procede de conducir nuestros pensamientos por
diversas vías y no consideramos las mismas cosas[10].
Más adelante explica: “juzgué
que podía tomar como regla general que las cosas que concebimos muy clara y
distintamente son todas verdaderas, y que solamente hay una dificultad en
advertir bien cuáles son las que en realidad concebimos distintamente.[11]Esto indica que es
fundamental la claridad y que el problema está en saber si lo que vemos o
creemos ver con claridad es así o si hay condicionamientos desconocidos u
ocultos a nosotros mismos y por nosotros que enturbian esa claridad.
Sigue Descartes: “Por lo que
respecta a los objetos o temas considerados, no es lo que otro piensa o lo que
nosotros mismos conjeturamos lo que hay que buscar, sino lo que nosotros
podemos ver por intuición con claridad y evidencia, o lo que nosotros
podemos deducir con certeza: no es otra,
en efecto, la manera en que se adquiere ciencia”, más adelante: “ lo de los
otros sólo sirve si somos capaces de formular un juicio sólido sobre lo que se
nos propone”.[12]
Retengamos la importancia de la intuición y de la deducción.
Veamos ahora qué significan.
Intuición: “el concepto que la
inteligencia pura y atenta forma con tanta facilidad y distinción que no queda
absolutamente ninguna duda sobre lo que comprendemos”, o lo que es similar: “el
concepto que forma la inteligencia pura y atenta, sin posible duda, concepto
que nace de sólo la luz de la razón y cuya certeza es mayor, a causa de su
mayor simplicidad, que de la misma deducción”.
Y deducción como modo de
conocimiento “por la cual entendemos toda conclusión necesaria derivada de
otras cosas conocidas con certeza”, para acabar de aclarar esto: “la deducción
no requiere como la intuición una evidencia actual, sino que ella toma más bien
de alguna manera su certeza de la memoria”[13].
Los primeros principios son
conocidos por intuición y sus conclusiones alejadas por deducción.
Por su parte Spinoza, en el
Tratado breve, partiendo de que el alma es un modo y no una sustancia limitada,
entiende que lo es del pensamiento sustancial que considera infinitamente
perfecto en su género y dice que es un
atributo de Dios. El pensamiento sustancial posee un conocimiento, una idea de
cuantas cosas existen.
Los conceptos, sigo con Spinoza,
los obtenemos: por opinión, por fe verdadera o por conocimiento claro y
distinto, es decir, comprensión clara y verdadera; ésta última forma de
conocimiento supera a las demás y se adquiere no mediante convicciones de la
razón sino mediante un sentimiento y un gozo de la cosa misma, pues este modo
de conocimiento no procede de la deducción sino de la manifestación inmediata
del objeto mismo al entendimiento. Si el objeto es excelente y bueno el alma se
unirá necesariamente con él, por esto el conocimiento produce amor.
Hay numerosos tratados sobre
todo esto, aquí me he limitado a resaltar algunas ideas que pueden ayudarnos a
tener un poco más claro lo que a la razón se refiere.
Voy a acabar este apartado
recogiendo algunas de las ideas que explica Hessen en su Teoría del
conocimiento, en ella revisa diversos conceptos y tendencias que van desde el
racionalismo hasta el empirismo pasando por otras que pueden considerarse
intermedias.
Dice que “la intuición tiene en
la esfera práctica una significación autónoma. Como seres que sentimos y
queremos, la intuición es para nosotros el verdadero órgano de conocimiento” y
es una vivencia inmediata de la realidad en cuestión, no es un conocimiento
racional.
El error del pragmatismo está en
su concepción, sigue Hessen, el pragmatismo parte de que “el hombre no es en
primer término un ser teórico o pensante, sino un ser práctico, un ser de
voluntad y acción”, su error consiste en pasar por alto la autonomía del
pensamiento y hacer de él una mera función de la vida. “El conocimiento
consiste en una aprehensión espiritual del objeto”.
Los valores éticos, estéticos y
religiosos no se crean, sino que ya están previamente a todo; al individuo sólo
le cabe captarlos.[14]
Por otra parte está la reflexión
que permite conocer y aclarar lo que hay, así: “La filosofía se presenta, según
esto, en Sócrates y todavía más en Platón, como una autorreflexión del espíritu
sobre sus supremos valores teóricos y prácticos, sobre los valores de lo
verdadero, lo bueno y lo bello”, en Aristóteles es la búsqueda de la esencia de
las cosas.[15]
Recuerda Hessen que la lógica
investiga los principios formales del conocimiento, esto es, las formas y las
leyes más generales del pensamiento humano. La teoría del conocimiento se
pregunta por la verdad del pensamiento, la lógica lo hace por su corrección
formal.
La razón, dice, es la fuente del
conocimiento espiritual y la experiencia lo es del conocimiento sensible. Esto
no resulta demasiado claro, no es lo mismo razón que conocimiento de la clase
que sea.
Puesto que la razón humana está
en los hombres, éstos la emplean de diversas formas, y, así puede aparecer el
dogmatismo que parte de una confianza en la razón humana todavía no debilitada
por ninguna duda, los objetos nos son dados directamente en su corporeidad
prescindiendo de la función del pensamiento; aparecen diferentes formas de
dogmatismo: teórico, ético y religioso, estos dos se refieren a los valores y
el último al conocimiento moral.
Llama la atención sobre el
dogmatismo y la razón porque, frente a lo que solemos pensar, el dogmatismo
está muy asentado en la sociedad y lo que hacemos es limitar la razón.
Es interesante recordar también
que el escepticismo cree que el sujeto no puede aprehender el objeto, el que
sea, y se abstiene de juzgar al no ver el objeto, tan sólo se fija en el
sujeto.
El subjetivismo, por su parte,
limita la validez de la verdad al sujeto que conoce y juzga.
El pragmatismo tiene un nuevo
concepto de la verdad, verdadero significa útil, valioso, fomentador de la
vida. La verdad está en la concordancia de los pensamientos con los fines
prácticos del hombre.
He recordado algo de lo que son
y de actitudes que se encuentran en el escepticismo, el subjetivismo y el
pragmatismo porque más adelante creo que nos permitirán entender un poco mejor
al hombre actual a partir de algunas de sus formas de estar.
Entiende Hessen que hay ciertos
valores morales que sólo pueden conocerse intuitivamente.
Acaba diciendo que “la
autofundamentación no reposa en la evidencia, sino en el carácter de supuestos
necesarios de todo pensamiento y conocimiento que tienen esas leyes”, las
supremas del pensamiento que tienen que fundarse a sí mismas.
Para Platón existe el Mundo de
las Ideas, las ideas son realidades objetivas y en el mundo suprasensible
descubrimos los objetos de nuestra intuición. Para San Agustín ese mundo es
Dios.
Acerca del razonamiento, Platón
dice en el Sofista que “el razonamiento es el diálogo del alma consigo misma,
que el pensamiento es el resultado del razonamiento”[16]
Es importante no confundir la
razón con el conocimiento, tal como se ha visto.
La razón es la facultad de
discurrir, de reflexionar, de pensar, de aplicar la inteligencia al objeto o a
la cosa sobre la que se razona; es la capacidad de entender o comprender.
El conocimiento no procede de la
deducción sino de la manifestación de la cosa, del objeto al entendimiento.
En todo este proceso debe
recordarse lo citado antes de Descartes sobre que no todos consideramos las
mismas cosas al razonar. Para que el razonamiento pueda ser, en lo posible,
universal, abstracto y libre, se necesita claridad, sinceridad en cuanto al
objeto o cosa y en los procesos del mismo razonamiento que no puede adjetivarse
previamente, pre-juiciosamente, pues con frecuencia se condiciona el
razonamiento, se trata de un razonamiento espurio.
En el hombre hay una serie de
facultades, de atributos, de potencialidades que son innatas, que están en
todos los hombres, una de esas cualidades es la razón, tanto es así que muchos
definen al hombre como un ser racional, pero no es la única. Esas
potencialidades se encuentran más o menos desarrolladas y unas más que otras en
diferentes grados en cada individuo. Las causas de los diferentes grados de
desarrollo son complejas y múltiples.
Antes hemos visto que Hegel
considera la libertad no como una verdad impuesta al hombre por una teoría
filosófica arbitraria, sino como algo inherente a él. Esto supone que la
verdadera libertad individual, además de la necesidad de libertad social, es
algo que cada hombre lleva en sí, pero está escasamente desarrollada también
individualmente, lo mismo que otras facultades innatas. Es una potencialidad
existente en todo hombre y su forma de desarrollo nos guiará hacia su
consecución plena o nos hará ver las carencias, en su desarrollo la razón tiene
un papel. Los desacuerdos que surgen, por ejemplo, sobre qué es la libertad, no
proceden de la razón sino del concepto que se tiene de la libertad.
El concepto que cada uno tiene
de la libertad depende del concepto que se tiene de lo que es el hombre y
depende de cómo se vive uno a sí mismo desde las potencialidades de todos y de
cada uno. La sociedad influye en todo esto.
Lo mismo sucede con las demás
facultades, cualidades, potencialidades, B. Russell las llamaba
“potencialidades divinas”.
El amor, lo veremos a
continuación, es lo mismo.
Acerca del amor.
La capacidad de razonar está en todos los hombres, la razón guía, entre otras cosas, nuestra actuación y cuando se le permite estar libre de interferencias puede ser más universal. Antes hemos visto que Descartes dice que la razón es igual en todos los hombres y que “la diversidad de nuestras opiniones procede de conducir nuestros pensamientos por diversas vías y no consideramos las mismas cosas”.
Ahora vamos a centrar nuestro
objeto de razonamiento, de reflexión en el amor en la medida en que sea posible
hacerlo.
Previo a ese intento de
reflexión es necesario aclarar qué se entiende aquí por amor.
Hay cientos de ideas y formas de
entender el amor y de vivir según ese entendimiento. Aquí no vamos a repasar lo
muchísimo dicho sobre el amor expresado de diversas formas, lo mismo en la
poesía, en la música o en otras manifestaciones artísticas y también en las
religiosas o incluso en la filosofía. Realmente puede expresarse en las
diferentes manifestaciones de cuanto el hombre hace, lo que no quiere decir
que, en general, suceda así. Pero, sobre todo, el amor se manifiesta cuando es
vivo, cuando el hombre vive desde el amor.
En estas páginas trataré de
aproximarme al concepto de amor que lo entiendo no sólo desde el punto de vista
de la razón, sino vital. Posiblemente la más alta razón del hombre se encuentra
en el amor, pues, como veremos, abarca todo desde lo que de unión tiene el
amor. Tal vez la vida plena del hombre y el desarrollo de todas sus
“potencialidades divinas” parte del amor y llega al amor.
La definición que del amor da el
diccionario de
Veamos qué dice Spinoza sobre el
amor: “El amor no es nada más que gozar de una cosa y unirse a ella”[17] y un poco más adelante
continúa: “el amor verdadero nace siempre del conocimiento de que la cosa es
magnífica y buena”, para él, esa cosa es Dios, y, siendo difícil de aceptar
para los no creyentes en Dios, se plasma en la forma de vivir. Spinoza entiende
conocer a Dios de “algún modo”, incluso su demostración de la existencia de
Dios, además de las demostraciones a posteriori, la hace a priori.
El conocimiento de la cosa
magnífica y buena produce amor, se refiere Spinoza a lo dicho antes en lo
referente a la razón, al conocimiento claro y verdadero que es inmediato, así
es conocido el objeto, en su caso, al final es Dios por sí mismo y no mediante
alguna otra cosa.
El conocimiento de Dios, sigue
Spinoza, surge por la unión que tenemos con Él por naturaleza y continúa: “De
ahí que, tan pronto nuestro conocimiento y nuestro amor llegan a recaer sobre
aquello sin lo cual no puede existir ni ser comprendido, y que no es en
absoluto algo corpóreo, también los efectos, surgidos de tal unión, deberán ser
incomparablemente mayores y más excelentes. Pues éstos necesariamente tienen
que conformarse a la cosa con la que (ellos) están unidos”. A continuación
explica que en este caso se trata de un verdadero renacimiento, dice: “Estos
efectos son tan diferentes entre sí como lo son lo corpóreo y lo incorpóreo, el
espíritu y la carne. Por eso cabe llamarlo, con todo derecho y verdad
renacimiento, puesto que de ese amor y unión se deriva, como demostraremos, una
estabilidad eterna e inmutable”.[18]
Lo fundamental del amor para
Spinoza es la unión con lo amado que nace del conocimiento de la bondad y
excelencia de lo amado. Lo supremo es Dios. En esa unión se da lo que él llama
gozo, una alegría profunda.
Leibniz es más escueto, a partir
de que “Dios obra siempre del modo más perfecto y deseable posible” entiende
que “el que ama busca su satisfacción en la felicidad del objeto amado y de sus
acciones”[19].
Estos dos filósofos del siglo
XVII son representantes notables de lo que entonces era la metafísica para
algunos filósofos: el problema de Dios. Insisten en la demostración de su
existencia, pero esto no es teología pues Spinoza, por ejemplo, se ocupa de
Dios pero en el sentido del estudio metafísico de la sustancia y de la
consideración racional de la naturaleza.
No es posible repasar aquí mucho
más de lo dicho por filósofos sobre el amor, tan sólo vamos a ver dos o tres
notas más.
Bergson dice que el amor
romántico “ha surgido en
Lo que hace el llamado amor
romántico es considerar como objeto de su amor exclusivo su objeto de deseo, de
gozar, de unirse tan sólo a la persona amada, en ese momento el resto del
mundo, como objeto de amor, deja de existir para los amantes. Reduce, restringe
la idea, el sentimiento y la vida de amor. La evolución posterior es conocida.
Aunque el lenguaje de la poesía
de los místicos, por ejemplo, rezuma, en ocasiones, sensualidad y lo que hoy
llamaríamos romanticismo, para ellos, con frecuencia, el lenguaje les es
insuficiente, no tiene la capacidad para expresar su amor total. Es
significativo este hecho de que el lenguaje, como construcción social, no
considera el amor en toda su grandeza e importancia, no ha sido capaz de eso
porque en su significado profundo y vivo en la sociedad no existe el verdadero
amor.
También hay una idea confusa y,
a veces, se cree que el amor a Dios es exclusivo de las religiones o de los
místicos y, por ende, el amor universal.
Bergson también recalca que “no
se consigue el amor al prójimo mediante la predicación” pues aunque la
inteligencia sea que así debe ser, este funciona de otra forma y llega a decir:
“La verdad es que hay que pasar por el heroísmo para llegar al amor”, lo que
entiende por esta clase de heroísmo “es un retorno al movimiento y arranca de
una emoción – comunicativa como todas las emociones – emparentada con el acto
creador”[21]
Más adelante dice que la fuerza
que lleva al amor a la humanidad surge del contacto con el principio generador
de la especie humana. El amor a la humanidad “se encuentra en la misma raíz de
la sensibilidad y de la razón, así como del resto de las cosas”[22].
Una de las características del
hombre, sigo con Bergson, es ser “capaz de amar y de hacerse amar” y, el amor,
dice después, es “energía creadora”, de otra forma: “Seres destinados a amar y
ser amados han sido llamados a la existencia, y la energía creadora debe ser
definida como amor”[23]
En el caso de Bergson destaca la
idea de la emoción como algo comunicativo; vincula el amor al principio
generador del hombre y a su energía creadora, y, de otra forma el amor,
especifica que a la humanidad, se encuentra en la raíz de la sensibilidad y de
la razón.
Hay pensadores que tienen ideas
muy distintas dadas las diferentes concepciones que tienen del hombre, éstas,
en algunos casos, son bastante conceptuales y poco vitales y, con frecuencia,
se elude lo concerniente al amor o se trata marginalmente. Es innegable que las
preocupaciones y las dinámicas sociales de cada momento han impuesto otros
intereses en las sociedades y, por lo mismo, en parte de sus filósofos y
pensadores ya que viven inmersos en su mundo. También sucede que algunos
pensadores están alejados de su sociedad, o su sociedad de ellos, dados los
intereses sociales y sus reflexiones, las de los pensadores, investigaciones,
estudios, análisis, etc. no tienen un eco amplio. Tal vez sea cierto lo que en
alguna ocasión dijo Bergson que, a veces, les falta lo que llama emoción que,
recordemos, la considera comunicativa. Quizá, en ocasiones los temas que se
tratan no aportan la luz necesaria.
Otra forma de entender, de vivir
el amor la muestra Platón, en el Banquete dice: “Pues esta es justamente la
manera correcta de acercarse a las cosas del amor o de ser conducido por otro:
empezando por las cosas bellas de aquí y sirviéndose de ellas como peldaños ir
ascendiendo continuamente, en base a aquella belleza, de uno solo a dos y de
dos a todos los cuerpos bellos y de los cuerpos bellos a las bellas normas de
conducta, y de las normas de conducta a los bellos conocimientos, y partiendo
de estos terminar en aquel conocimiento que es conocimiento no de otra cosa
sino de aquella belleza absoluta, para que conozca al fin lo que es la belleza
en sí”, un poco más adelante sigue: “¿Acaso crees – dijo – que es vana la vida
de un hombre que mira en esa dirección, que contempla esa belleza con lo que es
necesario contemplarla y vive en su compañía?. ¿O no crees – dijo – que sólo
entonces, cuando vea la belleza con lo que es visible, le será posible
engendrar, no ya imágenes de virtud, al no estar en contacto con una imagen,
sino virtudes verdaderas, ya que está en contacto con la verdad?. Y al que ha
engendrado y criado una virtud verdadera, ¿no crees que le es posible hacerse
amigo de los dioses y llegar a ser, si algún otro hombre puede serlo,
inmortal?”[24]
Platón relaciona el amor con la
belleza y ésta con el conocimiento, más adelante veremos algo de esto. Es una
constante de su filosofía la búsqueda de la verdad, lo bueno y lo bello. En lo
que estamos viendo, el amor y la virtud generada por el hombre desde el amor,
desde la belleza en lo que es en sí, en
la belleza absoluta la verdad también. El sentido de la virtud es amplio y no
se ciñe a lo que nosotros solemos entender por tal, generar virtudes supone
también que el amor es fuente de creación.
Los poetas con su verdad clara
no han cesado de cantar al amor en todos los lugares y desde distintas formas
de entenderlo y de vivirlo.
Para lo que aquí estamos viendo
el ejemplo de San Juan de
Como es natural se refiere al
saber que se encuentra en el amor.
En las expresiones, el
sentimiento de amor profundo se manifiesta, con frecuencia, a partir de lo más
próximo en su exaltación hacia el amor más universal. Tomemos nuevamente una
poesía de San Juan de
La poesía expresa la pasión del
amor de forma sensual, pero es sólo la forma al no encontrar las palabras adecuadas.
Los ejemplos son numerosos en
los poetas, con frecuencia tienden a universalizar el amor. En el caso de San
Juan de
La relación de la poesía con el
amor es interminable y se da en todos los lugares, no podemos tratar este tema.
Para dar otra idea en esto
merece la pena recordar a R. Tagore, desde
En lo concerniente al amor no
pueden olvidarse las religiones que han intentado apropiarse, con bastante
éxito, de la idea de Dios, sólo de la idea, y, hasta del amor en sentido
amplio, también sólo de la idea. En un caso y otro, de sus ideas, de las de
cada religión.
Por lo que a Dios se refiere,
los dioses ideados por cada religión suelen ser bastante contradictorios entre
ellos, estos dioses son más o menos de amor, pero son todos ellos castigadores
brutales, como los intérpretes de su voluntad que son bastante turbios, tanto
como sus intereses particulares y corporativos. Imponen morales irracionales y
creencias demenciales cuando no insanas para la mente y para el amor, inventan
ritos o reinterpretan otros antiguos que se acaban convirtiendo en
supersticiones.
Del amor han hecho algo extraño
y sensiblero, banal y vacío en su divulgación, y el amor a sus dioses ha sido,
junto con la arbitrariedad de sus intérpretes revestidos de autoridad, origen
de salvajadas, torturas, asesinatos a los distintos, guerras y perpetuación y
mantenimiento de la injusticia social, pues, incluso sus formas de caridad
perpetúan la injusticia, jamás la combaten.
En gran parte de los libros y
textos que han servido para inventar y estructurar religiones, los dioses y los
mandatos que se les atribuyen son peculiares.
De entre los llamados libros
sagrados o cosas parecidas, el único en que se ve con claridad la lógica del
amor es el Evangelio, a pesar de las diatribas de algunos como Nietzsche que
llega a llamar idiota a Jesucristo[28]. Sin embargo es el menos
seguido, incluso por aquellos que lo han utilizado para inventar una religión
que, en algunos aspectos, aprovecha y recoge formas del Imperio Romano, con un
soporte teológico-filosófico que lleva con frecuencia a absurdos. Recuérdese a
este respecto una crítica, de entre otras muchas, bastante mordaz y divertida,
me refiero a la de Erasmo en su Elogio de la locura.
La perversión del planteamiento
de amor vivo hecha para inventar una religión fue el origen de atrocidades y su
influencia durante siglos ha sido importante para perpetuar la injusticia. No
se trata aquí de explicar y desmitificar ideas, moral, ritos y supersticiones
revestidos de autoridad divina, la de los intérpretes interesados y arbitrarios
que casi siempre olvidan el amor vivo y, por lo mismo, son interpretaciones,
normas, etc.
Aunque el Evangelio, como todos
los libros considerados por sus respectivas religiones sagrados y verdaderos,
se presta a interpretaciones, del mismo no se deduce que deba ser interpretado,
Jesús reitera que habla para todos, en especial para los sencillos y humildes,
que todo está a la luz y que no oculta nada. En la insistencia en el amor está
todo, en la fe en Dios también, pero es una fe normal, racional, no aparece el
fanatismo o la superstición, es lo contrario, incluso Jesús es transgresor
constantemente, lo que transgrede es la rigidez, la superstición, la
arbitrariedad. No creo necesario citar pasajes del Evangelio, basta leerlo sin
prejuicios. Únicamente hago mención a una de las muchas cosas dichas sobre el
amor, a la idea del amor como unión, reiterada y que recuerda la idea de
Spinoza sobre el amor: “Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean
uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean
perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado
a ellos como me has amado a mí”[29]. El sentido de unión con
lo amado es claro.
El amor, aparte del romántico
que a veces es lo contrario, no es un asunto exclusivo de las religiones,
siempre lo prostituyen, de los poetas, de algunos pensadores o de los místicos,
el amor es una de las “potencialidades divinas”, de lo innato, lo mismo que la
razón u otras, que está en todos los hombres y que es consustancial al ser
pleno del hombre.
Con frecuencia la idea del amor
y la forma de vivirlo se estrecha, es el caso del llamado amor romántico o la
confusión con el placer sexual o la caridad-mercancía... La gente vive el amor,
un amor determinado con alguien, pero no vive en el amor. Los que tienen una
idea y un sentimiento más universal suelen convertirlo en compasión caritativa,
no en justicia, y, aunque, en muchos casos, su vida y esfuerzo son abnegados y
de identificación con quienes sufren, es tan sólo parte del amor.
En algún momento hubo otros
planteamientos como el movimiento humanista que se produjo en Inglaterra al
final del siglo XV y principios del XVI con T. Moro y unos pocos más, esto
maravillaba a Erasmo, mantienen el platonismo o el neoplatonismo y creían que
la sabiduría estaba en el espíritu evangélico, en el amor sin calificativos.
Posteriormente algunos hombres
de
Para aproximarnos a qué es el
amor debemos intentar eliminar influencias como la católica o de cualquier
religión estructurada, las ideas del amor romántico o cualquier otro
pre-juicio, es decir, eliminar lo que es extraño para tratar de comprenderlo en
su esencia.
Tras cuanto puede pensarse y
vivirse del amor o en el amor, si eso es posible, subyace una concepción, una
idea del hombre y una forma, racional o irracional, de vivirse el hombre como
tal y de buscar o de ignorar el total desarrollo de sus potencialidades.
Las potencialidades del hombre,
las “potencialidades divinas”, todo lo que es la naturaleza del hombre, sus
facultades, lo que el hombre es, lo que puede llegar a ser porque lo tiene en
él.
Suele definirse al hombre como
un ser racional, pero es innegable que posee otras facultades, para algunos son
dones, naturales, innatas como la imaginación, la libertad, el amor, el
sentimiento y otras. Estas potencialidades se encuentran en todos los hombres,
los filósofos dicen que en el hombre la esencia es única, es la misma en todos
y no es algo externo de lo que provea la sociedad, aunque es imprescindible
para el mayor y más amplio desarrollo de todo cuanto el hombre lleva en sí. La
libertad, por ejemplo, para su plenitud tiene que ver con la sociedad, el
sentido de la justicia recta, lo mismo y así las demás potencialidades.
En esto tenemos otra de las
características del hombre, necesariamente es un ser social, destinado a vivir
en sociedad para adquirir su sentido de hombre, tanto si ha desarrollado sus
potencialidades en un sentido acorde como si esas potencialidades están
dormidas o las ha pervertido. El hombre por naturaleza, por esencia es un ser
social tanto como racional, dotado de imaginación o con capacidad de amar.
Algunas facultades innatas,
algunas potencialidades se da por supuesto que ya están desarrolladas en
nosotros y otras se olvidan, entre las primeras están la razón o la imaginación
o.. pues otras potencialidades como la libertad suelen considerarse debidas a
la sociedad, deben proceder de ella, pero esto es sólo parte de la libertad, lo
mismo sucede con otras o se olvidan como
sucede con el amor, el sentimiento, la fe y otras.
En esta primera aproximación a
qué es el amor vamos a considerar, inicialmente, lo que dice Spinoza que es el
amor: “El amor es nada más que gozar de una cosa y unirse a ella”.
El gozo en este sentido es el sentimiento de
alegría profunda cuando uno está unido al objeto amado, a la persona amada, a
lo amado.
La unión se produce cuando esas cosas se
juntan y forman un todo.
Además de la unión, antes hemos
visto que el amor es sentimiento que impulsa a desear el bien de la persona
amada y a gozar como bien propio el hecho de que así sea. En esto subyacen la
idea y el sentimiento de unión explicitados por Spinoza, está el gozo, la
alegría profunda. También hemos visto algo en lo que explica Platón que habla
de la belleza, lo que él concreta como belleza en sí. La belleza en las cosas
es aquello que nos hace amarlas, es decir, unirnos a ellas e infunde el
“deleite espiritual”, como dice el diccionario, el deleite inmaterial y
racional. También hemos visto que en el amor radica el origen de acciones que
son generadoras de algo, pero no de cualquier cosa. También veremos que el amor
es expansivo.
El sentimiento es también
emoción producida en el ánimo, un estado de ánimo, del alma y en el alma, en el
espíritu. La emoción lleva a alguna clase de expresión, ya hemos recordado
antes que Bergson entiende, al hablar de lo que entiende por heroísmo para
llegar al amor, esa clase de heroísmo como un “retorno al movimiento y arranca
de una emoción – comunicativa como todas las emociones – emparentada con el
acto creador”. El amor, pues, también supone comunicación desde la emoción que
tiene que ver con el acto creador o, más exacto, generador.
El amor a la humanidad “se
encuentra en la misma raíz de la sensibilidad y de la razón, así como en el
resto de las cosas”. La sensibilidad es la reacción ante estímulos, aun
pequeños, es sentimiento.
“Seres destinados a amar y ser
amados... la energía creadora debe ser definida como amor”.
En el poeta es, en San Juan de
Al final, Tagore, Spinoza, San
Juan de
De todo esto podemos hacernos
una idea, vaga todavía, de lo que aquí se entiende por amor y luego su total
racionalidad. Más adelante, cuando volvamos a qué es el amor, lo precisaremos
en lo posible.
Sobre el sentimiento.
En esta primera aproximación que hemos hecho para saber qué es el amor, el sentimiento está presente en todas esas ideas vitales del amor. Recordemos brevemente: el diccionario lo define como sentimiento que. ; Spinoza como gozo, es decir, como sentimiento de alegría profunda; Platón habla de la belleza en sí que produce el gozo espiritual; Lebniz dice que quien ama busca su satisfacción... ; en los poetas, con otros matices, siempre está el sentimiento. La gente, en general, cuando se refiere al amor loa asocia a alguna clase de sentimiento.
Pero el sentimiento no es algo exclusivo del amor o de algunas manifestaciones del vivir de los hombres, en nuestra realidad está presente, está en nuestra vida entera.
El sentimiento está en el hombre, es otra de sus potencialidades, aparenta ser de muchas clases, es algo tan consustancial al hombre como la razón, la imaginación, la libertad, el amor,... está en su naturaleza y, como veremos, es tan racional como cualquiera de sus facultades, de las del hombre, incluida la razón.
La gente habla de sentimientos, en plural, no está muy claro esto. La gente, sin embargo, cuando se refiere a lo que el hombre lleva en sí no habla de razones, de imaginaciones, de amores, de libertades,... Posiblemente hablar e del sentimiento en plural sea debido a las características que revisten al sentimiento.
Nosotros vivimos con el sentimiento, nos mueve a actuar de diversas formas, está en todas las manifestaciones de la vida del hombre, impregna nuestra actuación. Por medio de él tenemos conciencia de vivir de una forma o de otra, de nuestro propio vivir.
Vamos a intentar aclarar, en lo posible, qué es el sentimiento y qué naturaleza tiene para acercarnos a qué es el amor.
En este intento, no Sé si estéril, vamos a partir de lo que podría llamarse sentimiento puro, el sentimiento antes de que esté viciado, contaminado o condicionado, por lo tanto deberemos llegar antes a averiguar qué es el sentimiento puro. Nos é si seré capaz de acercarme a lo que es la esencia del sentimiento, el sentimiento en sí.
Algo parecido deberemos hacer luego con lo que es el amor en su idea viva.
Una cosa es pura cuando está “libre y exenta de toda mezcla de otra cosa”, otra acepción del diccionario dice de la cosa pura: “que no incluye ninguna condición, excepción o restricción ni plazo”.
El sentimiento es la impresión que algo produce en el alma; también es emoción entendida como un estado de ánimo, es decir, del alma debido a ideas, recuerdos, hechos y suele manifestarse por medio de alguna forma de expresar ese estado.
Antes hemos visto que, según Bergson, la emoción es comunicativa y es así desde el momento en que se expresa de algún modo, es decir, sale de uno para hacer partícipe a otro u otros del estado de ánimo, del estado del alma que uno tiene.
No siempre que uno intenta comunicar, en el sentido que aquí se considera, lo logra, aunque muestre el estado de ánimo, el estado de su alma. Las razones para no conseguir hacer partícipe a otro u otros del estado de ánimo propio son diversas, al aclarar qué es el sentimiento se irán viendo.
El sentimiento es, pues, un movimiento en el alma y del alma, dicho de otra forma, se produce en ella como lugar y como modo y es propio, exclusivo de ella, pertenece a ella.
El movimiento es debido a algo que procede de fuera del alma pero no es ajeno a ella. También el algo que la mueve puede ser interno de la propia alma, pero en este caso las causas internas no son autónomas y producidas por la propia alma sin más puesto que no9 tiene ni ha tenido, que se sepa, la capacidad para autogenerarse, por lo que las causas internas proceden de la impresión que le produce el re-conocimiento de lo que sea por distintos medios. En esto último subyacen las ideas platónicas acerca del conocimiento.
Spinoza piensa que el hombre no crea ya que la sustancia no puede crearla, lo que hace es generar, así lo expresa, y esto en general. El hombre tiene su origen en algún momento pero no es infinito ni se crea a sí mismo.
Habría que saber, entonces, donde se sitúa el sentimiento y si el mismo ya está en el hombre en potencia, igual que las demás facultades que son innatas. Si el sentimiento está ahí, en el hombre, éste lo que hace cuando recibe impresiones es activarlo y, según las impresiones recibidas y el uso que hace de sus facultades naturales, las de su naturaleza, lo transforma de una u otra manera.
El sentimiento, lo mismo que otras facultades, potencialidades... forma parte de lo que todo hombre tiene en sí.
En este punto aparece un nuevo problema, el del alma, pues al hablar de ella pueden surgir dudas o rechazos categóricos sobre su propia existencia, en especial por parte de quienes son escépticos o subjetivos en el sentido dado antes a estos términos.
Entre los filósofos hay diversas explicaciones acerca del alma, de qué es, de su inmortalidad... no podemos repasar esto ahora.
Entre nosotros y para evitar discusiones, que en este momento nos desviarían de nuestro tema de reflexión, podemos convenir en llamar alma a la parte del hombre donde realiza sus funciones no materiales o donde residen sus facultades no visibles directamente en sí, pero percibibles en sus manifestaciones, como la razón, la imaginación, el sentimiento,... que están en el hombre.
En nuestro andar, pensar, actuar,... consciente son las facultades que también podemos llamar espirituales las que actúan y tienen consecuencias en nuestros hechos concretos y tangibles, están en el origen del impulso de la acción.
El sentimiento existe desde que el hombre es, o al revés, el hombre siente y se percibe vivo. Desde el momento en que el hombre es como tal, con todo lo que tiene en sí mismo, experimente sensaciones por causas externas a él o internas en lo inmediato, aunque no sepa de dónde proceden las impresiones que se producen en su alma. El hombre siente.
Algunos ejemplos pueden servir para ver, sobre todo, el hecho del origen interno del sentimiento.
Nietzsche explica el estado de su espíritu cuando escribía Así habló Zaratustra, lo califica de inspiración: “hablo de revelación que conmueve a uno en lo más hondo”, en otro momento dice: “como una tormenta de sentimiento de libertad”.
El principio de la obra citada recuerda lo mismo. Dice que cuando Zaratustra abandonó su patria y el lago de su patria, en la soledad gozó de su espíritu y su corazón se transformó; la sabiduría la alcanza por la iluminación: “¡Oh gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas... Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello”[30]
Beethoven también explica algo: “Preguntarás de dónde surgen mis ideas. No puedo decirlo con seguridad. Vienen sin ser llamadas, a veces independientemente, a veces asociadas a otras cosas... fomentadas por estados de ánimo que el poeta traduciría en palabras, pero que yo traduzco en sonidos...”[31]
En los dos casos vistos, hay otros muchos, el sentimiento está asociado a la acción, a hacer algo y su origen, el del sentimiento, les trasciende, aunque sea producido por una causa interna que adquiere forma en el alma. Ese sentimiento es el que comunica.
El sentimiento también es uno de los medios que el hombre tiene para relacionarse, para comunicarse con el otro y con lo otro. Las cosa de fuera le llegan al hombre por medio de los sentidos y las entiende y vive en sí desde sus facultades espirituales. Y las cosas de dentro las expresa por medio de los sentidos para hacer partícipe al otro de lo que piensa, imagina, ama,. y siempre siente.
El sentimiento siempre está presente en el hombre, aunque intente ocultarlo o no comunicar. Como cualquier otra facultad puede educarse, manipularse,... si no está claro en el individuo. Puede intentar suprimirse, eso no es posible pero sí reprimir o constreñir o modificar el sentimiento natural que procede del alma, en este caso se trata de llegar a un movimiento que niega o que vicia lo natural.
Es lo mismo que la razón, puede uno llegar a ser dogmático y tergiversar el razonamiento como tal, pero la capacidad de razonar no se suprime, no se hace desaparecer.
El sentimiento, según hemos visto, está desde que el hombre tiene conciencia de sí y cubre, impregna la actuación humana. La acción la entiendo como un proceso del alma y la actuación visible, tangible no es más que la plasmación hacia el exterior de un movimiento previo del alma, este movimiento procede del sentimiento y se percibe por el mismo.
Puesto que el sentimiento es la sensación, la impresión que causas internas o externas producen en el alma, es un movimiento en el alma y del alma, o del espíritu. Todo proceso humano está, en mayor o menor grado, enraizado en el sentimiento.
El sentimiento no está en un compartimento independiente y aislado en el individuo, lo mismo que las demás potencialidades innatas. Si consideramos lo que antes hemos convenido en llamar alma o espíritu del individuo como un todo, sus atributos propios están interrelacionados por lo que es difícil deslindar unos atributos de otros al actuar, aunque sí lo hacemos de manera abstracta para aproximarnos a ellos y tratar de conocer mejor lo que el hombre lleva en sí y entender lo que somos y lo que podemos ser, así, consideramos aisladamente la razón, la imaginación, el amor, el sentimiento,... En el obrar nadie puede hacerlo de manera que se excluyan las demás potencialidades y sólo funcione una; no es concebible que la imaginación esté presente sin sentimiento y sin razón, No obstante, en ocasiones parece predominar más una cualidad que otra, eso no significa que no esté presente todo el individuo.
En ese entender el espíritu humano como único, con todos los atributos de que está dotado, el sentimiento, que es uno más, lo impregna.
El desarrollo de las potencialidades del hombre es su plenitud, nos lo indica nuestro ser y el sentimiento le da vida, percepción. Luego veremos que esto tiene bastante que ver con el amor.
Nosotros solemos hablar de muchas clases de sentimientos, diferentes y los explicamos de varias formas; hablamos de sentimientos de ira, de poder, de odio, de amor, de libertad,... incluso de sentimientos morales. En la realidad del sentimiento no es así.
El sentimiento puro no puede ser el no sentimiento o la ausencia de sentimiento, necesariamente es alguna clase de impresión producida en el alma, algún estado de ánimo producido por algo que nos hace tener conciencia de eso, de percibir sensiblemente lo que sea, no de cualquier forma son directamente como una sensación, como algo que produce un efecto notado, percibido vitalmente a partir del movimiento que produce en el alma y de ella en el individuo.
Si el sentimiento es una impresión que se da en el alma debida a algo, el sentimiento puro, de acuerdo con lo que antes hemos dicho que debe ser puro, debe ser el sentimiento que no está mezclado con otras formas del mismo, el que es libre total y no puede estar condicionado por nada ajeno al sentimiento en sí.
Introducir lo de libre total es introducir alguna clase de sentimiento, pero el sentido que se le da es el de no estar condicionado por nada.
Dicho de otra forma, el sentimiento puro que, necesariamente es alguna clase de sentimiento, puede suponerse que es aquel que corresponde al hombre puro, lo llamo así inicialmente, es decir, total, completo en su esencia tal como hemos definido una cosa pura, por tanto, es el estado de ánimo, del alma que desde la conciencia clara, limpia y total de su ser, del ser del hombre, éste la vive en su plenitud y ésta se alcanza cuando el hombre desarrolla sus potencialidades y, de acuerdo con ellas, necesariamente unido a los otros y a lo otro puesto que en la naturaleza, en la esencia del hombre está el ser social como una facultado innata más para ser. Es unión porque lo único que hace la esencia del hombre, recordemos una vez más que es exactamente la misma en todos los hombres, es vivir en la esencia del mismo hombre, pero ahora como individuo, como hombre concreto por lo que se vive a sí mismo con todos dada su naturaleza.
Luego veremos que el sentimiento puro lleva al amor y está en el amor.
En la plenitud del hombre todas sus potencialidades en conjunto son las que le hacen lo que es, en cierta forma impregnan al ser en todo. Si no fuese así el hombre viviría disociado y dividido en sí.
La disociación de sí mismo se produce cuando el sentimiento se pervierte, se vicia, en este caso es como si condicionara y contaminara al resto de las facultades porque el movimiento del alma y en ella, usando su libertad, es un movimiento que niega en algo la esencia pura del hombre.
Los sentimientos son, así suele hablarse, ambivalentes, pero el sentimiento es único y total.
El sentimiento es complejo, impregna el desenvolverse del hombre, es un poco similar al perfume del alma, pero también es como el calor del alma que genera la acción, también puede semejarse al ojo de un huracán, a la fuerza que impulsa desde el centro, en este sentido es motor de actuaciones del hombre.
En cierta manera también puede compararse a aspectos de la misma música. Beethoven dice hablando de la música: “...la música, verdaderamente, es la mediadora entre la vida intelectual y la sensual... la música es el único camino incorpóreo para entrar en el mundo más elevado del conocimiento comprensivo de la humanidad, pero que la humanidad no puede comprender... No sabemos qué es lo que nos aporta este conocimiento... Toda creación artística verdadera es independiente de su autor, incluso más poderosa que él, y vuelve a lo divino a través de su manifestación. Forma unidad con el hombre solamente en cuanto se convierte en testimonio de la mediación con lo que hay de divino en él”[32]
El hombre actúa por necesidad y también por deseo de algo, por sentimiento.
El sentimiento es lo que nos permite tener conciencia de estar vivos, por lo mismo impregna, empapa toda la vida humana y al mismo tiempo la perfuma y la impulsa conscientemente.
Nos permite saber que somos desde nosotros.
En otro sentido, el sentimiento es la entrada al alma desde lo sensible, es decir, desde lo que es perceptible, desde lo que se manifiesta al entendimiento.
El sentimiento impregna la actuación humana y da pautas de buen o mal funcionamiento en el sentido vital desde la conciencia viva del hombre y el sentimiento puro, no en el moral, pues los llamados sentimientos morales son, tal como suelen plantearse, un reduccionismo y una limitación a la actuación desde la entera libertad. Esto es así no porque no pueda haber una moral social o individual, sino porque la moral, vamos a llamarla natural, procede de la raíz del sentimiento y en ella, en la raíz, están la bondad o la maldad, o, expresado de otra forma, lo natural desde el sentimiento o su perversión. La raíz del sentimiento está en la esencia del hombre.
En la raíz del sentimiento puro está el sentimiento moral, no como una serie de normas estructuradas sino desde la actuación libre. Ésta sólo puede ser tal en una sociedad libre o, desde la libertad individual, que es incompleta sin la social, cuando el hombre tiene plena conciencia y responsabilidad de sus propios actos desde sí mismo.
En tanto el hombre es vulnerable y frágil, parte de su vulnerabilidad primera está en el sentimiento y, por lo que es el sentimiento en sí, también está en el mismo la fortaleza del hombre.
La vulnerabilidad aparece cuando el sentimiento se pervierte, luego veremos esto, y la fortaleza cuando el hombre tiende al sentimiento puro que abarca a todo el hombre desde sus potencialidades. La verdadera libertad está en todo esto.
Si aceptamos lo recordado antes de Platón que “el razonamiento es el diálogo del alma consigo misma, que el pensamiento es el resultado del razonamiento”, el sentimiento acorde con la razón, pero también con las demás facultades del hombre, permite conocer lo referente al verdadero sentimiento y así el sentimiento da pautas vitales al hombre, no sólo el sentimiento y no sólo la razón, pautas vitales que lo son desde las facultades del alma. Planteado así el sentimiento no deja de ser una forma de razón y de la razón.
El conocimiento, según Spinoza, conduce al amor. El conocimiento claro y distinto que se adquiere mediante un sentimiento de gozo de la cosa misma procede de la manifestación inmediata del objeto mismo al entendimiento y, si el objeto es bueno y excelente, el alma se unirá necesariamente con él, por esto el conocimiento produce amor.
Puesto que el sentimiento nos permite tener conciencia de estar vivos está en el origen de los impulsos vitales conscientes de todas las clases.
Si se acepta la idea de sentimiento puro esbozada antes, lo que tiende a alejarse de eso lleva a la perversión del sentimiento. El sentimiento se vicia cuando se aleja del hombre pleno. La dirección que toma el individuo procede de su capacidad para vivir en libertad y, en consecuencia, decide lo que hace o lo que no hace. Si vive en verdadera libertad sus actos estarán de acuerdo con su ser y, en ello, su sentimiento pleno.
El sentimiento está en todo hombre, forma parte de sus potencialidades. Cuando el hombre se aleja del desarrollo de las mismas pervierte el sentimiento, esto se manifiesta de diversas formas y a esas formas les damos distintos nombres.
Así, el deseo de poder y el sentimiento de poder son una perversión de la libertad y del sentimiento puro en el que la libertad está, pues no puede separarse del hombre completo.
Lo mismo sucede con otros deseos como el de dinero, placer, consumismo, sexo,. no porque en sí el sexo o el placer sean perversos, están allí y en la naturaleza pura del hombre nada hay viciado, se vicia cuando se retuerce y se trastoca su sentido y su significado limpio y claro.
Poseer una cosa es tenerla como propia, bajo nuestro dominio y eso nos hace creer que estamos unidos a ella y creemos gozar de su posesión, pero tan pronto esta desaparece surge el re-sentimiento, el sentimiento contrario, de decepción, cólera, tristeza, venganza, odio,... que en realidad son lo mismo. La posesión de alguien suele llamarse amor.
Siempre, tras ese sentimiento de posesión hay factores poco claros o turbios aunque no lo consideremos así por diversas razones tanto personales como sociales.
Uno puede desear vehementemente ser rico, pero tras la acumulación de riqueza siempre está la injusticia, aunque sea legal. Uno cree que así se siente más libre, eso dice la gente, pero lo único que tiene son más privilegios, lo que también es injusto. Uno se reviste del atributo externo que es la riqueza. Fijémonos en el lenguaje, la gente dice: soy rico, dice soy, lo que denota que uno no es sin la riqueza, se define a ese individuo por un atributo externo cuyo fundamento es la injusticia, y, es rico. No dice: soy hombre. No dice: soy, sin más.
El poder, dominio sobre otros. Uno es poderoso, pero no cree serlo por sí, es la sociedad quien valora al individuo por el poder, nada más. El sentimiento de poder, de dominio se opone al de libertad, el de poder hacer cada uno lo suyo. Surgen otros sentimientos confusos que pervierten el sentimiento como son la vanidad, soberbia, uno se cree dios, suplanta a Dios. El sentimiento está viciado en sí al pervertir las relaciones con los otros. Al pervertir lo que de social hay en nuestra esencia de hombres, se pervierte el sentimiento desde la comunicación, desde la unión.
Si analizamos lo que llamamos males del mundo, de la historia, de las sociedades, siempre surgen del sentimiento pervertido. Luego se aplica la lógica, la razón a partir de unas premisas, las que sean, que ellas mismas están en lo opuesto al hombre en sus potencialidades reales, libres. El ansia de poder, de más poder, de riqueza, de más riqueza, de algo que uno quiere poseer, no compartir, no integrar.
La perversión del sentimiento está en la autolimitación de algunos hombres y en las formas de andar las sociedades, es decir, hombres. Está en su vivirse a sí mismo el hombre con limitaciones desde la sociedad y desde el hombre que teme construirse a sí mismo como tal. Es una forma de irracionalidad.
La perversión del sentimiento está en no unirnos real, vitalmente a la misma vida, en no amar profundamente la vida, en no ser un todo con la vida. Nosotros somos vida pero nos alejamos de ella. No se trata de dominarla, eso no creo que podamos hacerlo ahora, se trata de entenderla, de conocerla y de caminar con ella, de permitir que entre en nosotros y la sintamos, que nos mueva el alma hacia ella y en ella.
La vida es la naturaleza, pero la vida
también son los otros, también soy yo, todos, sin excepción y es
A veces, desde la ciencia por ejemplo, la vida se considera casi como algo mecánico, aunque nos trascienda y no la entendamos porque no nos sumergimos en ella. El sentimiento está en la vida, las funciones mecánicas que descubrimos son vehículos, formas, evolución hacia la libertad, pero cuando la vida se percibe nos arrastra, nos lanza, es sentimiento también, poderoso y no lo entendemos.
En la complejidad y sencillez del hombre y en sus limitaciones existen diversas facultades innatas que están en todo hombre como formas de razón, como formas de sentimiento, como formas de imaginación, como formas de todo cuanto llevamos.
En todo eso, en vivirlo, en esas “potencialidades divinas” está la grandeza del hombre. El sentimiento es lo que nos permite saberlo, vivirlo e impulsarlo.
No es la libertad lo que nos impulsa a hacer o no hacer, es el sentimiento el que nos impulsa a vivir en libertad. Allí está la moral que antes hemos recordado, la moral total, la que no tiene recetas pues surge de la propia vida desde el sentimiento vivo, vida poderosa, infinita que evoluciona hacia la libertad de manera ascendente.
Uno se sabe libre, se siente libre es el sentimiento de hacer lo propio, de caminar hacia la grandeza de ser hombre. Sentirse libre, sentimiento de lo ilimitado y sentimiento de poder ser uno en sí. El estado del alma que se percibe sin limitaciones hacia la plenitud. También es sentimiento.
La libertad es facultad del alma y es una forma de razón. La libertad es sentimiento y es un movimiento del alma que impulsa al hombre. Es un sentimiento profundo cuando se adquiere plena conciencia. La necesidad de libertad es innata, aunque la atenuemos o la ignoremos.
Viciamos el sentimiento cuando su fin es el placer inmediato y tangible sin más, cuando nos mueve el alma únicamente hacia lo efímero sin futuro, pues el placer por el placer se agota en sí. Es lo único a lo que pretendemos unirnos, es lo que nosotros llamamos amor, una clase de amor.
Tal como lo impulsa la sociedad no hace del placer causa de alegría profunda ante la u7nión con otros, es exclusivamente el placer individual, la satisfacción individual y en ello no existe nadie más, aunque el placer sea con otros. Es una de las muchas formas que tenemos de huir.
Nuestra sociedad es peculiar con los sentimientos y con su manera de ignorar el sentimiento, desmesura los sentimientos de manera que predominan en las manifestaciones sociales de la clase que sean y, al mismo tiempo, intenta encauzarlos, controlarlos e inducirlos. Suelen ser sentimientos irracionales, no porque el sentimiento sea irracional, que no lo es, sino porque parten de la perversión de la esencia del sentimiento, de mover el alma hacia el hombre.
Casi la mitad de la gente padece ansiedad, depresiones, insomnio, etc. eso procede de la perturbación del sentimiento.
El sentimiento confuso de insatisfacción profunda se encuentra en el origen de algunas de las llamadas enfermedades por la sociedad, para curar dichas enfermedades la sociedad utiliza drogas legales que adormecen, atontan, sedan desactivan a la gente, la sociedad utiliza el engaño, el ardid, la mentira que es uno de los significados de droga. Además están las drogas ilegales que hacen el mismo papel en nuestra huida.
El sentimiento de insatisfacción profunda procede, en parte, de haber logrado rebajar la percepción del hombre de sus “potencialidades divinas”, lo poco que se vislumbra se plantea como un derecho que ha de plasmar eso de forma inmediata o se ignora porque la seducción de lo efímero es tan fuerte que nos arrastra. La gente es capaz de dedicar mucho tiempo y dinero a cultivar su cuerpo o una serie de aficiones para huir, pero muy poco a desarrollar su espíritu.
Al escribir estas páginas tengo la sensación de emplear palabras arcaicas y sin sentido hoy, tales como espíritu, alma, fe, amor, imaginación, sentimiento, razón,... pues aunque algunas de esas palabras siguen estando en nuestro hablar, el significado que han ido adquiriendo es confuso. Son “cosas” que no vemos, ni tocamos, ni oímos, ni podemos medir, ni podemos comprar,... con lo que apenas existen y su desarrollo se elimina. Un ejemplo, los planes de estudios de la enseñanza pública y oficial eliminan una serie de materias relacionadas algo con todo eso. Antes he recordado el dogmatismo, cada vez somos más dogmáticos, o, el pragmatismo. Lo que predomina es la “Razón de Ulises”.
Veamos más hechos sociales; la música que domina trata de transmitir unos sentimientos muy concretos, no es la música que habla al alma, dista mucho de entender algo de lo que antes, al citar a Beethoven hemos visto.
Ante ciertos hechos colectivos de nuestro sufrimiento, el de la periferia es espectáculo frío, que afecta a muchos o a pocos, eso da igual, inmediatamente aparecen los de las noticias para contar cosas extrañas y los funcionarios de los sentimientos, como son los psicólogos, que proporcionan consuelo en serie a la gente para que encauce sus sentimientos hacia lo que se ha decidido que es correcto socialmente.
El tratamiento que hacemos de la muerte, de nuestros muertos.
La aceptación alegre y sin discusión de la eutanasia, aunque aparezcan voces que, también sin discusión, se oponen.
Tras todo esto, y desde unos sentimientos no reconocidos, la corriente social, frecuentemente inducida, impone una concepción peculiar del hombre, extraña y confusa al no tener claro qué es el hombre.
En no tener claro qué es el hombre la sociedad parte con ventaja, en el sistema capitalista el individuo es una mercancía que se compra y se vende, mercancía en estado puro, un útil más para producir y, ahora, también para consumir; esto no es en sentido figurado, está en la base del modo de producción capitalista. Tras unos siglos de andar así esto ha calado tan hondo en la sociedad que no se ha querido enterar nunca y ha contribuido a rebajar la percepción y el conocimiento y desarrollo de las verdaderas “potencialidades divinas” del hombre.
Las consecuencias de este hecho que no queremos ver son de gran importancia pues distorsiona la vida social al convertir al hombre en una “cosa”. El mismo lenguaje ya revela algo, desde la “calidad de vida” hasta la idea de responsabilidad o culpabilidad desaparecidas, la técnica es convertida en ciencia y en ella creemos y se aplica al individuo compuesto por una serie de mecanismos.
Hay pensadores que empiezan a reflexionar acerca de la consideración del individuo como un ente cuasi-máquina. Así lo que puede suceder es lo que ya empieza a ocurrir, la ignorancia o el desprecio de las verdaderas “potencialidades divinas” del hombre.
Diversos aspectos de la vida social son el resultado de la inteligencia humana y su aplicación técnica, tras esos avances parte de la sociedad considera maquinalmente algunos hechos que ya no pueden cuestionarse como son las formas y la estructuración de derechos al aborto, la eutanasia, etc.
El origen de esto sigue siendo el mismo, no tener claridad para saber qué somos o para tratar de saberlo.
La mercancía caridad ante algunos hechos puntuales, cuya difusión se convierte en mercancía ofrecida por los monopolios informativos, se compra y se vende en el mercado de la caridad. Las empresas de este mercado, que tienen otros nombres, publicitan su mercancía, mostrando una ínfima parte del sufrimiento humano, como un espectáculo, pero únicamente ante ciertas catástrofes naturales y rara vez ante el sufrimiento masivo provocado por nosotros diariamente para nuestro beneficio. De esta forma se proporciona un vehículo para dar salida a nuestros sentimientos de compasión o de solidaridad que satisfacemos con un acto que creemos generoso y caritativo, jamás se plantea la justicia. La caridad consiste en dar una parte insignificante de lo mucho que derrochamos.
Los fanatismos de todas las clases crecen desde la aceptación de sentimientos irracionales que se adjetivan para darles corrección social en sus manifestaciones ya sean políticas, deportivas, las llamadas artísticas o de vividores profesionales; los acabamos convirtiendo en ídolos. Lo que predomina es el sentimiento irracional.
El publicitado sentimiento de pertenencia a clases sociales llamadas superiores que conlleva el de la ostentación económica, sentimientos que se extienden para vivir por medio de las correspondientes marcas de mercancías a las que se adjudican una serie de, como dicen los especialistas en marketing, atributos, es decir, cualidades vivas para sus consumidores, sentimientos.
Servidumbre ante las modas, incluso las ideológicas como el antiamericanismo visceral. Eso oculta, como todo sentimiento irracional, problemas de otro tipo que no nos queremos confesar.
La tergiversación y el falseamiento de la historia guiándola para provocar sentimientos satisfactorios socialmente que ocultan la infamia histórica de nuestra propia sociedad porque, además, nos sentimos ellos cuando muchos de nosotros ni aun siquiera habíamos nacido, no tuvimos nada que ver con aquello, pero es el sentimiento correcto de patria. La tergiversación para producir una serie de sentimientos colectivos y evitar otros peligrosos procedentes de la verdad histórica.
La búsqueda del exclusivo e individual placer y de los exclusivos beneficio y satisfacción personal, sin más.
Es la huida del sentimiento por medio de los sentimientos.
Nuestra sociedad se mueve en gran medida por sentimientos y huye del sentimiento. Los individuos se alejan de lo que hemos visto puede ser el sentimiento puro y racional, el sentimiento total, el del hombre, el del ser La sociedad, una parte de ella, se mueve por sentimientos viciados en su desarrollo y en sus consecuencias.
Los impulsos que proceden de esos sentimientos son los que llevan a las actuaciones irracionales que no queremos ver, ya desde la injusticia real que es la base de nuestro sistema socio-económico. Esos sentimientos se agudizan en la masa y así resulta más manejable.
Lo que se produce son estados de ánimo, del alma, colectivos, generalizados en algunos casos y en distintas partes del todo social en otros, es decir, movimientos del alma colectiva dirigidos.
Hasta donde hemos llegado, en este momento, en lo referente al sentimiento es que puede entenderse como un movimiento del alma y en el alma, producido por causas ajenas a ella, aunque a veces sean internas.
El sentimiento puede entenderse como un estado de ánimo, es decir, del alma que impregna la actuación humana, la impulsa y da sentido vivo a cuanto el hombre hace. En cierta forma es como el perfume del alma y también su calor que transforma.
Nos permite percibir la vida y, en ella, a nosotros, es comunicativo, está en la bese del ser social que el hombre también es en sí.
La perversión del sentimiento es determinante en nuestros dislates.
Más adelante volveremos al sentimiento.
Algo más sobre el amor
Una de las primeras ideas que hemos visto antes es que el amor puede entenderse como el sentimiento de unión con el objeto amado, sentimiento de gozo, de alegría profunda al ser uno un todo con el amado. Es algo vital ya que, siendo el sentimiento consustancial al amor, se percibe en la propia vida y desde la vida en la que nosotros estamos inmersos.
Para que la unión sea total es necesaria la pureza, es decir, debe eliminarse lo que enturbia, lo que impide o pone barreras a la unión, lo que es ajeno y extraño en uno ante el otro, pues si no es así la unión tendrá fisuras producidas por lo extraño.
El conocimiento lleva al amor tal como hemos visto en Platón, Spinoza y otros, en el Banquete: “aquel conocimiento que es conocimiento no de otra cosa sino de aquella belleza absoluta, para que conozca al fin lo que es la belleza en sí... llegar a ser, si algún otro hombre puede serlo, inmortal”.
El amor es unión con lo que se considera perfecto.
La belleza es la: “propiedad de las cosas que nos hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual”, nos impulsa a unirnos con lo que consideramos bello y mueve el alma, produce sentimiento. Pero la belleza en sí no son las cosas bellas sino su esencia, la belleza pura.
El hombre es un ser social en sí mismo, por su propia naturaleza, está en su esencia, el hombre es con los otros y en los otros. La esencia de los hombres es la misma en todos y cada uno. Las facultades innatas, las “potencialidades divinas” en palabras de B. Russell, son las mismas en todos y cada uno. Sin embargo, nuestro vivir se aleja de eso, de nuestra propia esencia, de nuestra naturaleza. ¿Cómo es posible que, desde que tenemos noticia, el hombre haya vivido y hecho lo contrario a lo que es en sí, a su verdadera naturaleza?.
Vivimos en el mundo y
Cuando actuamos conscientemente y en nuestro actuar pensamos, al pensar no actuamos instintivamente, sin embargo nos separamos en lo posible, nos agredimos, nos hacemos sufrir y, en ello, nos privamos unos de otros y unos a otros de poder desarrollar y vivir en nuestras “potencialidades divinas”, nos privamos de la posibilidad colectiva de llegar a ser lo que somos en esencia, con nuestras limitaciones reales, las de nuestra naturaleza, nos privamos de alcanzar la grandeza que el hombre es en sí.
En todos los siglos de historia prevalece la depredación de unos hombres por otros hombres en todos los lugares y en todos los segmentos sociales que, ya en sí, proceden de la depredación, de la no consideración del hombre.
Unos pocos hombres han vivido de forma diferente y, seguramente, han sido, con su quehacer han impulsado el avance real y nos han permitido vislumbrar algo. Los muchos millones han sido lo contrario. Ahora somos sociedades enteras las que sometemos a otros y, al mismo tiempo, nosotros vivimos en la sumisión desde el engaño de nuestra verdadera libertad que realmente no es tal. Vivimos en el desamor.
La sociedad de la indiferencia ignora y rechaza en su confusión y en su tibieza la esencia del hombre, sus verdaderas “potencialidades divinas” y, cuando admite algo, todo se pervierte, se vicia, se trastoca nuestro andar, el estado de las cosas, el orden natural y son sustituidos por otro orden que perturba, que tergiversa la forma de entender y de actuar, y, eso va arraigando en la gente, en nuestras conductas y empieza a considerarse normal porque la sociedad lo asume así y nadie se pregunta nada, y, a lo sumo, se intenta que, dentro del estado viciado, las cosas se vean menos, así llegamos a la indiferencia vacía.
Volvamos a lo anterior, el hombre en su esencia es social, está destinado a vivir con los otros y no sabemos todavía si también en los otros.
El hombre también está dotado de la capacidad de razonar, de sentir, de imaginar,... de amar. La esencia de los hombres es la misma, no hay diferencias.
El amor es sentimiento de unión con el amado, es movimiento del alma y en ella, impresión producida por lo amado, por tanto debida a algo ajeno a ella, debida a lo amado por sí mismo; es gozo ante esa unión, alegría profunda en ella al ser un todo con lo que se ama.
Recordemos que la unión consiste en llegar a formar, a ser un todo con otra cosa. Sentimiento, movimiento del alma y en el alma que nos permite sabernos vivo. Sentimiento puro, la plenitud del hombre en sus potencialidades y, en ella, con los otros.
El amor nos permite sabernos vivos con el amado y en el amado. Vivimos en nosotros totalmente y en el amado.
El amor real es ascendente. Lo mismo explica Platón en el Banquete: “empezando por las cosas bellas de aquí y sirviéndose de ellas como peldaños ir ascendiendo continuamente...” que Spinoza en el Tratado breve: “El amor nace, pues, del concepto y del conocimiento que tenemos de una cosa. Y cuanto mayor y más excelente se demuestra que es la cosa, tanto mayor también es nuestro amor”[33]
El final es el mismo, Dios para Spinoza y hacerse amigo de los dioses y llegar a ser inmortal para Platón. Ese final que se vislumbra al ir ascendiendo en el amor no tiene límites y es expansivo.
El amor es la unión con lo amado y, en ella, el gozo, la felicidad.
El sentimiento nos permite sabernos vivos y en el sentimiento de plenitud, que necesariamente es con los otros, dada la naturaleza del hombre, está el amor real pues el hombre lleva en su esencia su necesidad de los otros. Un hombre aislado, único, solo es inconcebible, es ajeno a su naturaleza y al impulso desde la vida y en ella, por lo mismo, si el hombre quiere ser únicamente puede realizar su ser total con el otro, con los otros, con lo otro y en lo Otro.
Ser un todo con lo amado es la integración real y vital del hombre en su medio, con la vida. La integración es cuando no le falta nada al todo, ninguna parte, ningún hombre. Cada uno siendo él mismo y siendo el otro.
La intensidad del sentimiento depende de la pureza del mismo, de lo limpio del mismo.
El amor a la vida es la alegría profunda de sabernos unidos a ella, el movimiento gozoso que la propia vida produce en el alma.
Nos sentimos vivos pero, por lo general, no experimentamos emoción por ello, lo sabemos y eso nos basta, nos percibimos vivos sin amor vital a la vida.
Estar unido al amado, ser uno con el amado no es posesión, ésta supone dominio, falta de libertad. Unirse al amado es unirse a lo que uno entiende es lo mejor, es lo que desea el amor, la unión con lo que es excelente, con quien uno entiende el mejor. Esto exige pureza en el sentido dicho antes, pues si no es así, al haber distorsiones la unión no es completa, lo mejor nos supera, no es que nos expulse, nos apartamos.
En la gradación hasta llegar a lo más alto vemos que el amor es exigente.
El amor es expansivo, de la alegría ante la unión, ante la integración surge la necesidad del amor universal porque necesariamente el amor también lo es a la vida que nos abarca a todos y que somos todos, es la unión real a la totalidad de la vida y, en consecuencia, el sentimiento profundo de gozo. La vida evoluciona y crece sin cesar, evoluciona hacia la libertad, con ella el amor.
La unión no puede quedar en sí misma, al ensanchar el horizonte del que ama e integrarse en la vida entera, como ésta necesita generar, co-crear para crecer en su gozo, para evolucionar de manera ascendente en todo, el gozo de la unión carece de límites. Lo generado, lo co-creado procede de esa necesidad vital de ensanchar la alegría profunda ante la unión con la propia vida, con la esencia de la vida, y, sabemos que la vida en sí es expansiva y su evolución ascendente en todo.
El amor conlleva también la libertad total, ésta necesita la justicia real y el bien común, eso supone la igualdad real en la vida y la eliminación de barreras, la actuación es, entonces, desde la unión profunda a la vida y el sentimiento de gozo desde la plena libertad, sin límites ya que es en la propia vida en la que estamos y somos todos.
En la unión, en la integración siempre está la igualdad, uno no puede unirse a algo para dominarlo, es posesión pero no unión, ni para ser dominado, es lo mismo, salvo lo superior que nos trasciende desde el amor, desde su necesidad de unión con todo, desde donde emana, por expresarlo de alguna manera, el amor. Si es lo superior no es en dominio o posesión sino en amor, no puede ser de otra forma, porque el amor es perfecto en sí y lo perfecto no necesita dominar sino unirse a lo perfecto. La vida es ascendente hacia la perfección.
Unirse, ser uno con, integrarse, ¿por qué?, ¿para qué?, porque está en la esencia del hombre para ser plenamente desde sus “potencialidades divinas”, para, al final ser “amigo de los dioses” y, en este sentido, llegar a ser “inmortal”.
¿Podemos vivir unidos?. Unir: ser un todo, ser uno con, ser uno en. Ser uno con quien se ama, ser uno con la vida y ser uno desde la unión, ser todo y ser uno en ello y con ello y para ello.
El hombre es un ser social en su esencia, desde lo que todo hombre lleva en sí. El sentimiento total es el de plenitud desde uno y uno sólo es con los otros.
Unión, comunicación, lo que nos permite participar de lo del otro.
Todas las potencialidades del hombre son una forma de razón, es impensable que el desarrollo de lo que el hombre lleva contradiga al mismo hombre, ninguna facultad puede ser contraria a otras o de menor rango, con todas sus potencialidades es el hombre.
Desde la libertad pueden pervertirse las potencialidades o desde cualquier otra y es así porque podemos imaginar, razonar, creer, amar, sentir,... actuar de la forma que queramos, pero tenemos capacidad para saber la dirección de nuestros sentimientos, hechos, etc. y si están de acuerdo con nuestro propio ser.
Se vician las facultades del hombre cuando se encauzan hacia algo que les es ajeno, que se alejan de lo que son en sí y eso el hombre lo sabe.
El poder no le es ajeno al hombre, lo que hay tras su forma de entenderlo sí, por lo que el ejercicio del poder, tal como lo entendemos, va contra la esencia del hombre, pero el poder entendido como la facultad para hacer algo, para hacer lo de cada uno no es ajeno al hombre, está en la naturaleza de la libertad. En la libertad individual plena existe gran poder en el hombre que la alcanza.
En el desarrollo de sus facultades está el poder del hombre.
La perversión del poder es pretender
ser uno lo que no es, la soberbia está al final, es tratar de ser Dios. Uno
está en la vida, es vida, pero no es
El hombre es limitado, pero el hombre también lleva en él lo contrario.
La síntesis de la contradicción puede llevar al hombre lo que él es.
La síntesis de la contradicción puede llevar al hombre a llegar hasta donde apenas somos capaces de imaginar.
No hay un único resultado de la síntesis de nuestra contradicción. Según nos entendamos y vivamos en nosotros, con la libertad en ese entendimiento y vivir, llegamos a una manera de ser o a otra.
Cuando viciamos nuestra contradicción llegamos a la soberbia, a partir de eso, en los siglos del hombre, éste también se transforma, arraiga en él su deseo de poder y, en el fondo y sin querer confesárselo, de ser dios. El origen de la soberbia y la necesidad procedente de ella adquieren formas turbias, apenas se perciben, pero nos conducen al caos encubierto por mil formas lógicas cuyo origen es irracional.
Cuando aceptamos nuestra contradicción, ésta desaparece y llegamos al hombre, aceptamos los límites y vamos libres hacia lo infinito. Empezamos a ser en nosotros. En el andar, entonces, el sentimiento como una forma más de razón y el amor que impulsa al hombre a unirse con y en él todo y todos y desde el amor el conocimiento.
El amor así es expansivo, lo hemos visto antes, en él el hombre necesita unirse a toda la vida, a todo lo visible y a lo no visible, a lo que hay y al futuro ascendente, como es la marcha de la vida. Necesita generar por lo que es en sí, por integrar, unir sin límites y unirse al infinito al adquirir otra conciencia del tiempo, la que surge del amor, de lo que es en sí.
El tiempo del amor es el tiempo de lo infinito; la necesidad del hombre desde el amor de unirse, de ser él y de ser uno con todos en el sentimiento pleno sin límites suspende el tiempo.
Puesto que el amor es también unión con, implica conocimiento claro y sin distorsiones, pues adquiere el conocimiento directo del objeto en sí, la razón no puede estar en el error dado su punto de partida y la consideración clara de la cosa en sí sin motivaciones extrañas. Lo mismo sucede con las demás facultades en su desarrollo y manifestación, no se muestran ellas sino el hombre desde ellas y el conocimiento. Y, dada la esencia del hombre, ser también social, la manifestación es viva en lo social.
Estar unido perfectamente a la vida, de la que nosotros somos parte y en la que nosotros somos, supone andar acorde con ella. La vida no es la naturaleza tal como solemos entenderla, nos abarca a nosotros, la vida, entonces, es todo, sentimiento también, el amor surge de ella, está en la vida, lo mismo que lo demás.
La inteligencia de la vida, la que no está en el error, es la que desarrolla, pues la lleva en sí, quien está unido a la vida, quien la ama, la más alta razón está en ella, la más alta razón del hombre está en el amor que está en la raíz de la vida.
De la actuación desde el amor surgen consecuencias. Leibniz entiende que: “el que ama busca su satisfacción en la felicidad del objeto amado y sus acciones”. No puede ser de otra forma, la felicidad del amado es mi felicidad y mi felicidad es la del amado pues uno se une con el otro para ser en plenitud. La unión es sin condiciones pues nuestra naturaleza es la misma. El amor universal es la consecuencia lógica, la necesidad de ser con todos y en todos, lo contrario nos distorsiona.
El que ama busca su satisfacción en la felicidad... por lo mismo, en su total libertad que es también la mía, en su imaginación plena, en su razón que siempre partirá de la universalidad libre, en su fe racional,... así, por ejemplo, la razón universal es clara y libre.
Sin embargo en la realidad social las cosas no son así.
Nuestra actual razón social es la sinrazón desde las “potencialidades divinas” del hombre, sabemos cual es el fundamento de nuestra razón social.
El sentimiento social es, en parte, el del placer individual por encima de todo, es una forma de huir, si no se alcanza el placer se produce la huida por los medios sociales que la impulsan, pero el placer que induce la sociedad es efímero dada su naturaleza, la insatisfacción se convierte en permanente, la necesidad de huir también.
El sentimiento, que está en la propia vida y en la razón vital, se convierte en irracional y aparecen los sentimientos de satisfacción propia que son insatisfacción.
La fe social es en la nada, en el azar
difuso, en los eslóganes de las marcas de mercancías, de los políticos, de los
derechos individuales y exclusivos frente al mundo. Las soluciones colectivas
no existen y el hombre empieza a ser concebido, cada vez más, como una cosa,
como una máquina tras su andar durante siglos siendo socialmente una simple
mercancía real. Se impone
La proliferación de derechos individuales encubre el miedo a ser, el miedo a vivir en las “potencialidades divinas”, el miedo a amar. Lo que hacen es poner barreras, paralizan la unión, la niegan y nosotros fomentamos eso. Observemos el mundo y lo veremos con claridad total.
Tras los derechos individuales, tal como se estructuran, el miedo a amar.
El amor social, pues, no existe. Revestimos el amor, en un insulto al verdadero amor, de mercancías sobrantes cuando se pretende universal y de posesión exclusiva y placer cuando es individual. Es una de las muchas formas que muestra el desamor social.
La cultura social la reducimos, en general, a mero aprendizaje de técnica para producir y consumir o a recuperar símbolos y cosas que decimos tienen valor por su tradición y pasado, pero son símbolos de la tiranía, era nuestro pasado, eso exaltamos o conservar para que la propia vida se detenga en su camino hacia la libertad.
Los dioses sociales son ídolos pasajeros y el dios duradero es el capital, dios cruel, en el que siempre confluye el poder social que adopta diversas formas, el dios es también la riqueza exclusiva, propia, individual. Los dioses que van llegando desde fuera, de otros lugares con formas etéreas no se generalizan sólo tienen éxito entre sus fieles, son dioses que exigen el fanatismo y la irracionalidad para mantener su ferocidad cargada de misericordia. Todos esos dioses se alimentan de las disparatadas manifestaciones del desamor social.
El amor, pues, se explica, se vive realmente con los demás y en ellos. La unión, ser un todo con toda la vida supone conocerla de alguna forma viva y real, significa ser y sólo es posible ser plenamente en la totalidad de la vida.
El conocimiento en este caso es directo
al hombre entero debido al amor, a su unión gozosa, no sólo a la razón o a la
imaginación o a la fe o.. es vivo, directo y sin contradicción, pues todo está
completo, integrado. El verso de San Juan de
La sabiduría desde el amor prescinde de cualquier cosa que la distraiga o que la frene, no necesita de procesos pues la sabiduría real está en el amor.
Hay que entender por sabiduría el conocimiento vivo del hombre y el conocimiento de la vida real en lo que sea posible. Es innegable que la unión limpia, pura, en el sentido antes explicado de pureza, supone el conocimiento directo del hombre y de cuanto le concierne, conocimiento que es vivo, real y sin fisuras.
Debe entenderse el amor como un estado del hombre, un estado de su alma que le produce intenso gozo ante esa unión que es todo
Platón habla de que se llega a la belleza en sí, es decir, a la belleza pura que está por encima de las cosas que consideramos bellas, éstas son un reflejo únicamente de la belleza pura, de la belleza del alma de quienes son capaces de, en lo que sea, plasmar eso que mueve al amor, a unirse uno con aquello que manifiesta.
Tomemos el arte y recordemos las palabras de Beethoven: “Toda creación artística verdadera es independiente de su autor, incluso más poderosa que él, y vuelve a lo divino a través de su manifestación. Forma unidad con el hombre solamente en cuanto se convierte en testimonio de la mediación de lo que hay de divino en él”.
La belleza en este sentido no está en el arte únicamente, éste es un vehículo, es un reflejo de la belleza pura, lo mismo que hay otros vehículos.
Lo que muestra es la belleza de la vida total, la belleza del alma que lleva en sí la belleza de la vida, que lleva en sí toda la vida. Es la vida que como tal tiene sentimiento, inteligencia,... todo cuanto el hombre lleva en sí, sus “potencialidades divinas”. El hombre lleva vida pero no es superior a ella, no es posible que el hombre abarcado por la vida, que es parte de ella y está inmerso en ella, sea superior a la propia vida.
El arte no es toda la belleza, no es reflejo de toda la belleza pero es reflejo de belleza, de una forma de belleza.
Beethoven también dice de la música que “es el único camino incorpóreo para entrar en el mundo más elevado del conocimiento comprensivo de la humanidad, pero que la humanidad no puede comprender... No sabemos qué es lo que nos aporta ese conocimiento”.
Es cuando el arte es tal, el arte que habla al alma.
Es reflejo de belleza, de la vida desbordante, poderosa, infinita, perfecta en todo, llena de todos los sonidos, colores y formas, de la inteligencia y el conocimiento; en su sentimiento real nos abarca, movimiento del alma y en el alma, es conocimiento sensible. Una forma de conocimiento que, como otras, por lo que es en sí lleva al hombre a unirse consciente y sensiblemente a la vida, a la que siempre está unido, aunque no tenga plena conciencia de ello, a ser uno imbuido del amor de la propia vida, a ser en él y en ella.
El arte, pues, no es más que una manifestación del amor que todo lo llena y a todo da sentido. El arte, con lo que refleja, nos devuelve al mundo de las ideas platónico para entenderlo en su significado. Pero tras el mismo hay más, la belleza en sí, que no es exclusiva del arte.
La belleza en sí que impulsa al amor, que lleva al amor porque ella procede del propio amor y está en él. Amor como unión, amor como sentimiento, amor como movimiento del alma que impulsa a unirse con todo en la plenitud del gozo, como lo que de la vida asombrosa hay en la vida en la que somos y en la belleza pura infinita que es la vida.
La vida en su perfección, alegría, belleza,... La vida, el azar o Dios.
En el amor surge el hombre pleno; sentimiento de gozo en la unión y, en ella, el conocimiento claro y directo; impulso en lo más alto; comprende todo, abarca todo, entiende todo de acuerdo con el hombre en lo que es y es vida con todo lo que ésta es. Conocimiento que llega desde el propio ser. Hace siglos que nos han dicho eso, el socrático conócete a ti mismo. En ese conocer se vislumbran Dios y el Universo.
El dios que se manifiesta directo, no
es necesario demostrar su existencia, en el centro del corazón abierto a
La vida para unos,
La vida que tiene sentimiento, razón, amor,... que nos trasciende, nos une en todas nuestras cualidades y de ellas es el amor, tal como se ha intentado explicar, el que da sentido pleno al vivir del hombre. En el vivir pleno, en el desarrollo completo del hombre está su mayor posibilidad de razón y el sentido se lo da el amor. En el amor es necesariamente donde se encuentra la razón perfecta, pues abarca todo e impulsa la evolución ascendente.
El amor, gozo en la unión plena, está en el origen de la vida, expansivo por su misma naturaleza hace surgir las mil formas de la vida en la vida única, los millones de seres para el gozo de esa vida y en ella que nos resulta difícil imaginar, a veces puede vislumbrarse algo.
[1] Citado por H. Marcuse en Razón y revolución. Altaya. Madrid. 1.998 (p. 102)
[2] R. Descartes. Discurso del método. Orbis. Barcelona. 1.983. (p. 49)
[3] A. N. Whitehead. La función de la razón. Altaya. Barcelona. 1.999 (pp. 46 y 48)
[4] A. N. Whitehead. La función... (pp. 49y 63)
[5] A. N. Whitehead. La función... (p. 77)
[6] A. N. Whitehead. La función... (pp. 98 y 99)
[7] A. N. Whitehead. La función... (p.99)
[8] A. N. Whitehead. La función. (p. 115)
[9] M. Kant. Crítica de la razón pura. Ed. Porrúa. México 1.996 (pp. 28 y 37)
[10] R. Descartes. Discurso... (p. 43)
[11] R. Descartes. Discurso... (p. 73)
[12] R. Descartes. Reglas para la dirección de la mente. Orbis. (pp. 151 y 152)
[13] R. Descartes. Reglas para la... (pp. 153 y 155)
[14] J. Hessen. Teoría del conocimiento. Espasa Calpe. Col. Austral. Madrid. 1.991. (pp. 18, 20 y 25)
[15] Las distintas citas y referencias a Hessen se han tomado de la obra citada antes, las páginas a que corresponden son: 46, 53, 54, 65, 68, 69, 70, 75, 79, 148 y 159, además del resto de la obra
[16] Platón. Diálogos V. Gredos. Madrid. 2.000 (p. 462)
[17] Spinoza. Tratado breve. Alianza. Madrid. 1.990. (p. 109)
[18] Spinoza. Tratado... (PP. 155 Y 156)
[19] G. W. Leibniz. Discurso de metafísica. Alianza. Madrid. 2.002. (p. 56)
[20] H. Bergson. Las dos fuentes de la moral y de la religión. Altaya. Barcelona. 1.999 (pp. 47-48)
[21] H. Bergson. Las fuentes... (pp. 61-62)
[22] H. Bergson. Las dos fuentes... (p. 297)
[23] H. Bergson. Las dos fuentes... (pp. 325-7)
[24] Platón. Banquete. Planeta de Agostini. Madrid. 1.995. (pp. 180-1)
[25] San
Juan de
[26] San Juan de
[27] R. Tagore. La religión del hombre. RBA. Barcelona. 2.002 (p. 138)
[28] F. Nietzsche. El Anticristo. Alianza. Madrid. 2.001 (p. 65).
[29] Jn. 17, 22-23
[30] F. Nietzsche. Así habló Zaratustra. Altaya. Barcelona. 2.000 (p. 31)
[31] M. M. Scott. Beethoven. Salvat. Barcelona 1.985. (p. 113)
[32] M. M. Scott. Beethoven. ... (p. 117)
[33] Spinoza. Tratado breve. ... (p.110)